Los artículos del Museo Británico fueron recolectados por un misionero anglicano, Wilfrid Barbrooke Grubb, a principios del siglo XX. Anteriormente, entre 1845 y 1848, misioneros anglicanos liderados por el Capitán Allen Gardiner, fundador de la Sociedad Misionera Patagónica (PMS, que luego se convertiría en la Sociedad Misionera Sudamericana, SAMS), intentaron sin éxito asentarse el Chaco boliviano y convertir a sus Pueblos Indígenas al cristianismo, por lo que trasladaron sus esfuerzos a la Patagonia.
Sin embargo, la Guerra de Paraguay (1864-1870), que enfrentó a Paraguay con la Triple Alianza de Argentina, Brasil y Uruguay, dejó al gobierno con una deuda nacional e internacional sustancial. Como resultado, las tierras indígenas en el Chaco fueron apropiadas por el estado y vendidas especuladores de suelos, que más tarde las vendieton a grupos de interés anglicanos. La actividad misionera se utilizó para brindar estabilidad a los compradores de estas tierras, quienes buscaron arrendarlas.
Barbrooke Grubb construyó varias estaciones misioneras en la región del Chaco, desde el río Paraguay hacia la disputada frontera con Bolivia, y para 1910 había construido varias carreteras que conectaban las misiones anglicanas. Fue llamado el «Pacificador de los Indios» por el gobierno paraguayo.
Sus libros demuestran sus perspectivas sobre los pueblos indígenas locales, que se basaron en ideas de jerarquía racial:
“El Indio, durante la próxima generación más o menos, debe contentarse con ganarse la vida con el trabajo manual, pero para poder prepararlo completamente para la tarea y desarrollar su naturaleza superior en el proceso, es necesaria una cierta cantidad de formación teórica. Si bien le insistimos en que lo consideramos un prójimo y un hermano, al mismo tiempo no lo dejamos bajo ningún malentendido en cuanto a que su lugar en el mundo es humilde hasta el momento en que, en el curso de la evolución, él está calificado para un plano superior». Wilfrid Barbrooke Grubb, An Unknown People in an Unknown Land. 1925
Barbrooke Grubb consideró su colección “etnográfica”, junto con sus esfuerzos por aprender los idiomas locales, como herramientas para comprender mejor y así desmantelar la religión indígena.
El gobierno paraguayo vendió más tierras indígenas a los menonitas en la década de 1920, y el primero de estos pioneros anabautistas llegó de Canadá en 1927. La región del Chaco Central ahora tiene una de las concentraciones más altas de menonitas étnicos en América Latina. Estos convirtieron grandes extensiones de la cuenca en tierras cultivables para la producción de leche y carne a través de la deforestación, contribuyendo considerablemente a la devastación de la tierra, que ya estaba siendo afectada por compañías trasnacionales. Este proceso continúa teniendo un impacto severo en el bioma del Chaco y posiblemente ha abierto el camino para otras industrias extractivas en la región.
Como resultado de las incursiones territoriales, ideológicas y nacionales en la comunidad enlhet, se han interrumpido muchas prácticas culturales y religiosas. El idioma enlhet, por ejemplo, aunque se habla en casa entre amigos y familiares, sustenta muchas de las formas culturalmente específicas de comprender y habitar el mundo enlhet. Sin embargo, se evita en la educación formal y se invisibiliza en el discurso nacional. De esta manera, se ignora gran parte de la diversidad lingüística de la región para que el futuro avalado por la sociedad dominante -a través de medios de comunicación, educación y economía- sea de habla hispana.
Las cercas menonitas prohíben la caza tradicional; los ancianos enlhet ven a las generaciones más jóvenes crecer sin conocimiento de la naturaleza y aceptando el uso de las carreteras; el reconocimiento tradicional de una dinámica compartida entre lo espiritual y lo social se ve comprometido; y los bailes locales existen solo a través de historias sobre el pasado.
Sin embargo, las historias sobre prácticas y filosofías ancestrales en lenguaje enlhet, que son contadas en espacios tranquilos, cotidianos y de convivencia, crean un imaginario que supera la exclusión de los símbolos sociales dominantes. Pueden generar redefiniciones de la belleza y la sensibilidad enlhet, reconstruyendo su propio mundo.
Las fotografías de Lanto’oy ‘Unruh, miembro de la comunidad enlhet, capturan momentos de informalidad y emoción. La fuerza de su trabajo radica en la tensión entre lo que él percibe que le falta a la actitud de los jóvenes enlhet – cuyo uso de la tecnología digital, afirma, ha reemplazado el conocimiento del mundo espiritual y el entorno local – y la esencia cultural continua que yace intacta en el centro de ser enlhet.
© Lanto’oy’ Unruh
© Lanto’oy’ Unruh
© Lanto’oy’ Unruh
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Los museos también se han legitimado a partir de la relación entre pasado y futuro. Han sido avalados, por ejemplo, porque conservan culturas en peligro de extinción, porque nos ayudan a aprender lecciones de la historia, y porque educan y contribuyen así al progreso social. Sin embargo, si la existencia presente y futura de la cultura y el lenguaje de enlhet depende de espacios íntimos locales que nutren un imaginario intangible que desafía las estructuras dominantes; la relevancia de un proyecto de colección basado en competencias tradicionales de materialidad y diálogo intercultural del museo, sería ser difícil de definir o defender.
Este proyecto de investigación en el Chaco paraguayo, por lo tanto, comienza cuestionando la proposición común hecha por los museos de que el material ancestral -en este caso, los objetos del museo- puede contar y encarnar mejor las historias culturales más importantes. De manera optimista, busca comprender si estos elementos del pasado se pueden reintegrar en los espacios íntimos enlhet y, por lo tanto, participar en los futuros enlhet.