La exposición museográfica Endulzar la Palabra, Memorias Indígenas para Pervivir, presentada en el año 2018 en el Museo Nacional de Colombia, representó un trabajo de construcción conjunto entre el Centro Nacional de Memoria Histórica y diversos pueblos indígenas del país, basado en sus reflexiones sobre los impactos del conflicto armado y la construcción de su memoria histórica.
Cada uno de estos procesos fue construido y orientado por investigadores locales de las comunidades participantes, bajo la premisa de que estos pueblos tienen otras formas de concebir el pasado y la memoria estrechamente ligados a su pervivencia como sujetos étnicos.
Miembros de la comunidad Wiwa creando un mapa de cuerdas que ilustra los elementos de su paisaje sagrado. Foto por Celia del Pilar Paez Canro.
Miembro de la comunidad Wiwa conectando cuerdas que ilustran como un evento en un sitio sagrado tiene un impacto en otros sitios. Foto por Celia del Pilar Paez Canro.
Un miembro de la comunidad Wiwa localizando lugares sagrados dentro del paisaje. Foto por Celia del Pilar Paez Canro.
En el caso del pueblo Wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta, marcar y recorrer el territorio para reapropiarlo fue el primer paso para sanar el dolor del conflicto. Reestablecer su equilibrio fragmentado es aún una tarea posible, aún si como señalan los Wiwa, más de 70 lugares sagrados en su territorio han sido afectados por una guerra que no les pertenece. Cada uno de estos lugares, asociados a funciones particulares del ciclo vital, está interconectado entre sí y con otros cientos de lugares dispersos en la Sierra Nevada y aún en lugares tan lejanos como las montañas que rodean a Bogotá.
Miembros de la comunidad Wiwa creando un mapa de cuerdas que ilustra los elementos de su paisaje sagrado. Foto por Celia del Pilar Paez Canro.
Dar cuenta de esa telaraña de relaciones que asegura el equilibrio de la madre Tierra no fue tarea fácil, pues los mapas realizados por lxs investigadorxs locales en un inicio, sólo lograban registrar la ubicación y afectación de los lugares, pero no el contexto de las relaciones entre ellos, que como vendríamos a comprender después se despliegan en una escala de nueve dimensiones y diversos colores. De esta manera, lxs investigadorxs locales, con el apoyo de sus autoridades tradicionales se dieron a la tarea de construir un mapa que permitiera expresar con mayor claridad las diferentes dimensiones del daño cultural que les ha traído la guerra.
Sólo en ese momento fue posible comprender que cualquier impacto de uno sólo de estos lugares podía llegar a afectar el equilibrio de toda la red de lugares sagrados expresados en la cartografía sagrada del pueblo Wiwa, que en últimas se extiende al territorio de todxs nosotrxs.
Detalle de un mapa Wiwa de su territorio sagrado.
Miembro de la comunidad Wiwa leyendo un mapa local.
Mapa indicando las conexiones entre el espacio y el tiempo en el territorio Wiwa.