Luego de la Revolución Mexicana (1910-1917), el Estado reforzó un orden jerárquico de género basado en la familia nuclear.
La legislación revolucionaria definió a los hombres como las cabezas del hogar con las mujeres y niños como sus dependientes. Sólo las viudas podían adquirir tierras como herencia, aunque las mujeres sí participaban en la economía política y la vida social de los ejidos. Como madres y moralizadoras de la comunidad, se esperaba que las mujeres formaran ligas antialcohol y apoyaran la educación. Para criar a niños sanos las madres debían tener servicios de maternidad y estar involucradas en temas de cuidado infantil. Esta política promovía la domesticidad de las mujeres, en contraste con la ciudadanía de los hombres: el servicio militar, el trabajo remunerado y el compromiso cívico.
Las políticas de género fueron implementadas para buscar la modernización del patriarcado.
Las mujeres permanecían como ciudadanas de segunda clase, sujetas a la dominación masculina, pero con roles en las esferas domésticas y sociales que asistirían al Estado como madres en el proceso de modernización, la educación, la salud, la moralidad y la protección infantil. En los ejidos, hombres, mujeres y gente joven debían tener acceso a escuelas y servicios médicos.
Aunque las leyes de este tipo a nivel estatal no llegaron a las comunidades wixaritari, su establecimiento como formas hegemónicas de organización social permeó todas sus interacciones con instituciones estatales.
La Revolución y la reforma agraria
La violencia de la Revolución Mexicana (1910-1917) y la Guerra Cristera (1926-1929; 1930s) forzó a muchas familias a abandonar sus territorios tradicionales, alterando su vida cotidiana y ritual.
La retirada de los misioneros y la institucionalización de sistemas políticos «modernos» en las comunidades indígenas durante los años postrevolucionarios, también vino acompañada de invasiones de tierras con mayor frecuencia. Ataques por cristeros armados que quemaban casas, violaban mujeres y robaban ganado, aún están en la memoria viva.
Los Cristeros estaban dejando los ranchos sin nada literalmente. Dicen que cuando llegaron a Pochotita después de que hicieron sus fechorías prendieron fuego al tuki y descargaron los metates que venían robando, y los mismos wixaritari (de San Sebastián) que venían acompañando a los teiwárixi les dijeron a las mujeres "preparen nixtamal y póngase a tortear".
Mientras mi abuela torteaba vio como sacrificaron al toro semental de mi bisabuelo Kwainurie, era el toro más grande que había en la manada. Por cierto mi abuela decía que ese toro se llamaba Tseɨyema. Decía mi abuela que de pura tristeza y coraje no comió durante cinco días.Lucía Candelario
En la década de 1970, se inauguró la primera escuela bilingüe en Tuapurie, en la localidad recién fundada de Nueva Colonia, la cual se convertiría en un centro para las intervenciones de desarrollo dirigidas por el Estado, incluyendo una clínica, una escuela primaria con albergue incluido y ya en 1996, una telesecundaria.
“Fuimos a la escuela de Sandoval hecha de ramas de roble. Es muy espaciosa adentro y tiene banquillos de escuela, una pizarra, tizas y libros escolares. Los alumnos, alrededor de seis en total, son bastante particulares. Uno no tiene pantalones y todos son bastante harapientos y sucios, pero se comportan bien y guardan silencio.”
Collette Lily, Field Diary (inédito), 1971
John y Colette Lilly visitaron la comunidad de Taupurie por largos periodos de tiempo desde finales de los 1960 hasta mediados de la década de 1980, registrando tanto la vida cotidiana de los wixaritari como sus ceremonias. Colette Lilly mantenía un diario de campo donde anotaba su visión personal de las rutinas diarias, exploraciones y dificultades que ella y John compartían con sus amigos wixaritari. En un extracto de 1971, Collette describe la escuela que fue construida y dirigida por Agustín Sandoval, uno de los primeros hombres wixaritari de Tuapurie en recibir una educación moderna en la Ciudad de México y regresar a su comunidad a enseñar.
La llegada de la modernización y el Instituto Nacional Indigenista
La colonialidad de las relaciones Estado-pueblos indígenas cambió una vez más con el establecimiento del Instituto Nacional Indigenista (INI) en 1948. Hasta finales de los 1960, el INI promocionó una postura integracionista de asimilación de las comunidades indígenas a la vida mestiza económica, social y política a través de la protección y la aculturación.
Su política que “proponía equipar a las comunidades indígenas con elementos culturales de valor positivo, desde la perspectiva del gobierno, que reemplazaran los elementos culturales valorados negativamente por las mismas comunidades indígenas” (Alfonso Caso, ‘Human Organization’, 1958), reflejaba el orden sobre el género de esa época.
Luego de las revueltas políticas de 1968, un grupo de antropólogos progresistas encabezado por Guillermo Bonfil Batalla, cuya concepción de los pueblos indígenas era la de sobrevivientes que habían logrado resistir la aculturación a pesar de siglos de opresión, asumió el liderazgo del INI. Bonfil Batalla dirigió el INI cuando se desarrolló el Plan Huicot para atender a las comunidades huicholas, coras y tepehuanas de la región del Gran Nayar. Poco después, 60 centros de «coordinación indígena» se establecieron a lo largo de México, donde el coordinador de cada centro era la voz del Estado. Este nuevo «indigenismo» promovió la autogestión: mientras que en el pasado profesores indígenas de escuela habían vuelto a sus comunidades para promover la integración, ahora su rol era apoyar la diferencia cultural a través de la educación bilingüe.
En la década de 1970, se inauguró la primera escuela bilingüe en Tuapurie, en la localidad recién fundada de Nueva Colonia, la cual se convertiría en un centro para las intervenciones de desarrollo dirigidas por el Estado, incluyendo una clínica, una escuela primaria con albergue incluido y ya en 1996, una telesecundaria.
“we go to Sandoval's school made out of oak branches. It is very spacious inside and has school benches, a blackboard, chalks and school books. The pupils, about 6 in number, are something else. One has no pants and all are fairly ragged and dirty, but well behaved and quiet.”
(Collette Lily, Field Diary (inedit) 1971)
John y Colette Lilly visitaron la comunidad de Taupurie por largos periodos de tiempo desde finales de los 1960 hasta mediados de la década de 1980, registrando tanto la vida cotidiana de los wixaritari como sus ceremonias. Colette Lilly mantenía un diario de campo donde anotaba su visión personal de las rutinas diarias, exploraciones y dificultades que ella y John compartían con sus amigos wixaritari. En un extracto de 1971, Collette describe la escuela que fue construida y dirigida por Agustín Sandoval, uno de los primeros hombres wixaritari de Tuapurie en recibir una educación moderna en la Ciudad de México y regresar a su comunidad a enseñar.
La llegada de la modernización y el Instituto Nacional Indigenista
La colonialidad de las relaciones Estado-pueblos indígenas cambió una vez más con el establecimiento del Instituto Nacional Indigenista (INI) en 1948. Hasta finales de los 1960, el INI promocionó una postura integracionista de asimilación de las comunidades indígenas a la vida mestiza económica, social y política a través de la protección y la aculturación.
Su política que “proponía equipar a las comunidades indígenas con elementos culturales de valor positivo, desde la perspectiva del gobierno, que reemplazaran los elementos culturales valorados negativamente por las mismas comunidades indígenas” (Alfonso Caso. ‘Human Organization’, 1958), reflejaba el orden sobre el género de esa época.
Luego de las revueltas políticas de 1968, un grupo de antropólogos progresistas encabezado por Guillermo Bonfil Batalla, cuya concepción de los pueblos indígenas era la de sobrevivientes que habían logrado resistir la aculturación a pesar de siglos de opresión, asumió el liderazgo del INI. Bonfil Batalla dirigió el INI cuando se desarrolló el Plan Huicot para atender a las comunidades huicholas, coras y tepehuanas de la región del Gran Nayar. Poco después, 60 centros de «coordinación indígena» se establecieron a lo largo de México, donde el coordinador de cada centro era la voz del Estado. Este nuevo «indigenismo» promovió la autogestión: mientras que en el pasado profesores indígenas de escuela habían vuelto a sus comunidades para promover la integración, ahora su rol era apoyar la diferencia cultural a través de la educación bilingüe.
En 1971, se creó el Centro Coordinador para el Desarrollo de la Región Huicot (“Plan Huicot”).
Durante el sexenio del presidente Luis Echeverría, de 1970 a 1976, el gobierno federal implementó el Plan Huicot que, según el Informe de Gobierno presentado ante el Congreso de la Unión en 1971, consistía en “la iniciación de una red de caminos de penetración, la construcción de aeropistas en 22 poblaciones, el establecimiento de los servicios de radiocomunicación, la construcción de centros y casas de salud, 32 tiendas de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares, sistemas de agua en seis poblados y otros servicios”.
Este indigenismo fue desarrollista en un momento cuando era inconcebible que el progreso podría significar cualquier otra cosa más allá de la modernización.
Aunque el plan parecía bien intencionado, estaba fundado en un entendimiento limitado de los pueblos indígenas y su relación histórica con el Estado. Como el plan explica: “penetrar la consciencia de estos núcleos de población para que colaboren en las soluciones de sus propios problemas no es sencillo, especialmente en lo que se refiere a la propiedad de la tierra”.
Un enfoque específico en las mujeres y el género se encontraba totalmente ausente del Plan Huicot, cuyo interés primario residía en la seguridad de la tierra y en la interrupción de “las barreras de la desconfianza, la inseguridad y la miseria” que los wixaritari, coras y tepehuanos enfrentaban.
El rechazo sostenido del pueblo wixárika hacia las intervenciones estatales y religiosas se consideraba una barrera para el desarrollo, no una preocupación para ser entendida, y los planes de desarrollo se enfocaban en crear infraestructura para la incorporación económica.
Además, el plan era primeramente un proyecto de infraestructura, construir escuelas con albergues, clínicas, carreteras y aeropistas.
Junto a la infraestructura clínica, los programas públicos de salud, educación y saneamiento obedecían a un interés por reducir enfermedades contagiosas. Las necesidades más específicas de las mujeres en términos de género, como los servicios para el cuidado de la salud maternal o sexual y reproductiva, no se implementarían sino hasta muchas décadas después.
La tecnología alcanza a los wixaritari
El Plan Huicot estaba siendo desarrollado cuando Neil Armstrong llegó a la luna. John Lilly había acompañado a un grupo de wixaritari a Wirikuta a recolectar peyote cuando la radio transmitió en vivo la noticia del primer alunizaje. John fotografió y grabó el audio de la ocasión.
Los esfuerzos de evangelización no desaparecieron en el siglo XX, simplemente se volvieron más sofisticados y las comunidades respondían más rápidamente.
Como parte de sus campañas de infiltración y adoctrinamiento, durante 1999 un grupo religioso evangélico arrojaba estos radios con paracaídas desde avionetas que sobrevolaban la Sierra de los Huicholes.
En la comunidad de Tuapurie hubo un consenso unánime para eliminar esta amenaza, no solo por la invasión ideológica que suponía, sino también por la contaminación ecológica que estaban haciendo “los aleluyas”, como se refieren en la Sierra a estas sectas norteamericanas. Los comuneros se organizaron para recoger los radios dispersos en su territorio, los apilaron y les prendieron fuego durante una asamblea. Por acuerdo comunitario, se resguardó la pieza que aquí se exhibe como evidencia y memoria.
En épocas anteriores, la unión entre un hombre y una mujer era algo así como una “unión perfecta”: una alianza guiada y gobernada por responsabilidades compartidas hacia los ancestros divinos y la garantía de la abundancia de lluvia para crecer su maíz sagrado. Mientras los códigos morales católicos eran asimilados gradualmente por las comunidades wixaritari, también lo eran una serie de patrones de parentesco, ideas normativas sobre la vida íntima, normas sociales y transgresiones.
Desde los primeros años del colonialismo, la forma en que las mujeres y hombres wixaritari organizaban sus vidas íntima ha sido influenciada por diversos factores, incluyendo la invasión continua del catolicismo, las estructuras del gobierno local y sus relaciones con el Estado colonial, los códigos de crimen y castigo, la legislación nacional en cuanto a las relaciones íntimas y la asistencia escolar.
La tarea principal de los misioneros franciscanos visitando la Sierra Wixárika era inculcar la noción católica del matrimonio en la mente de las personas. Sabemos por documentos confesionarios, los escritos de los misioneros y viajeros franciscanos que las relaciones nunca había sido tan fuertes. Tanto hombres como mujeres eran más libres y el sexo entre dos personas del mismo género no era un tabú. Es probable que se tuviera a las mujeres en alta estima por su fertilidad y esto les otorgaba una especie de poder sagrado sobre los hombres.
Pasados los siglos, los valores católicos influenciaron la manera en que las mujeres y los hombres se veían entre sí. Al darle autoridad gobernante a los hombres, el Estado colonial introdujo una relación de género basada en el poder que probablemente no existía antes. La vida íntima así como la vida civil era vigilada por los jueces, quienes contaban con autoridad otorgada por la Corona Española para imponer castigo, incluyendo el uso del cepo y los azotes para hacer cumplir sus leyes.
Las dinámicas sociales wixaritari absorbieron las grandes desigualdades entre hombres y mujeres definidas por el Estado colonial: las mujeres eran posesión de los hombres y debían responder a sus esposos o parientes masculinos. Durante el periodo novohispano se volvió común que las autoridades tomaran una “tenancha”, una ama de llaves oficial que se encargaba de la limpieza, quien usualmente se convertía en la amante del hombre. Patrones como estos quizás condujeron a la institucionalización y aceptación social de la poligamia. Así como el proceso de aculturación se aceleró después de la independencia y en el periodo posrevolucionario, también lo hizo la desigualdad dentro de la intimidad de las parejas. La poligamia ahora es menos frecuente, aunque la normatividad wixárika todavía permite que un hombre tome una segunda o subsecuente esposa. Este orden de desigualdad de género también resultó en que la violencia doméstica se convirtiera en un fenómeno normalizado, un patrón que puede rastrearse a las líneas coloniales y las intervenciones estatales.
Cuando nos vieron llegar, muchos de ellos estaban tan sorprendidos por el espectáculo inusual de la expedición que tiraron sus sombreros y huyeron al bosque.
Carl Lumholtz. Unknown Mexico, 1902
El México Desconocido de Carl Lumholtz es uno de los recuentos etnográficos más detallados de la vida Wixárika que presta una atención particular a las relaciones íntimas.
Algunos años después, en la década posrevolucionaria de 1930, Robert Zingg retomó nuevamente los temas del matrimonio y la intimidad entre hombres y mujeres wixaritari:
‘Hoy en día, el adulterio no crea más escándalo que la fornicación, y ésta lo hace muy poco. Entre las conversaciones casuales sobre adulterio, escucho seguido que tales o cuales amantes, casados con alguien más, se estaban encontrando en el pozo de agua del arroyo. El adulterio se sanciona tan poco que uno de los votos más severos tomados por un huichol en favor de los dioses es abstenerse de cometer adulterio por cinco años…ritualmente las ofensas sexuales no son tratadas severamente ya que la contaminación de cualquier ofensa sexual se remueve restregando al ofensor con pasto. ‘
Robert Zingg
Zingg también escribió sobre la igualdad entre sexos, coincidiendo con referencias del centro y sur de México sobre la veneración a las mujeres por su fertilidad.
‘Entre los huicholes, las mujeres no sufren impedimentos rituales, tampoco son consideradas como inferiores o sucias debido a la función sexual. Al contrario, la sexualidad femenina ata las concepciones huicholas de fertilidad y las incrementa para dar a las mujeres un lugar ritual de alta jerarquía… La mayoría de las deidades huicholas son mujeres y la más grande entre ellas, Nakawé, la abuela Crecimiento, es concebida definitivamente como una mujer vieja con cabello gris. Esto da a todas las mujeres, especialmente a las mujeres viejas, un alto estatus ritual así como social. ‘
Robert Zingg
El eminente historiador de Mesoamérica, Alfredo López Austin, describe cómo la reciprocidad en la familia y la unidad doméstico-productiva, visible en hallazgos arqueológicos y en la mitología, fortalece la noción binaria del cosmos y la idea de que el valor humano se produce como parte de la pareja.
"For example, they told me 'put yourself in the hands of the ancestors. If you haven’t committed adultery and you have confessed, you are well to have children, the birth will go without problem, and well I always left my life in the hands of ancestors without knowing if I was going to do well. ... That's why I abandoned him [my husband], he always messes with other women, then he brought another woman home, then another. Not anymore! Because of his infidelity, several of my children died” (Rosa, 2021).
Estas concepciones son fundamentos de la colonialidad de género. Antes de la colonización las relaciones entre mujeres y hombres a lo largo de la región conocida como Mesoamérica eran probablemente paralelas y fundadas en derechos y obligaciones recíprocas.
Escribiendo a finales del siglo XIX, Carl Lumholtz fue testigo de las transformaciones que estaban sucediendo en la vida íntima de los wixaritari:
“The ties of marriage were probably never very strong among the Huichols; yet while guarded by religious beliefs they were far more secure than now, when nothing but the fear of corporal punishment, lashes, and the stocks in prison restrains the people from indulging their fancy too freely”.
(Lumholtz p96)
«Los lazos de matrimonio probablemente nunca fueron tan fuertes entre los huicholes; sin embargo, siendo respaldados por sus creencias religiosas eran mucho más seguros que ahora, donde nada sino el temor al castigo corporal, los latigazos y el cepo de las prisiones les impide satisfacer sus placeres demasiado libremente.»
La vara de mando fue un símbolo crucial de poder que conectaba a los seres humanos con el reino de sus ancestros.
La comunidad de Tuapurie resguarda sus bastones para la ceremonia anual de “cambio de varas”. Versiones modernas más pequeñas se utilizan a diario y el bastón sigue representando el legado de autoridad conferido a ciertos individuos escogidos. En el pasado estos objetos sagrados eran exclusivamente para los hombres, porque su poder los hacía una fuente potencial de enfermedad para cualquier mujer que los tocase.
Hasta hace muy poco, todos los cargos gubernamentales eran asumidos por hombres y este empoderamiento masculino definía la estructura patriarcal de las comunidades wixaritari, donde la autoridad masculina de la cabeza de familia era ley. Pocos crímenes se cometían, pero se podían usar castigos severos contra los transgresores.
Prácticamente no le queda nada que hacer al juez, sino celebrar el matrimonio y castigar las fugas, y estas obligaciones ellos mismos las asumen con sorprendente vitalidad y entusiasmo.
'Unknown Mexico', Carl Lumholtz, 1902
Ya en 1681, la corona española decretó que los jueces indígenas tenían la autoridad para castigar físicamente a sus súbditos por crímenes menores incluyendo ofensas civiles y religiosas.
"La memoria huichola todavía recuerda los días de los padres cuando el adulterio era castigado desnudando al transgresor en público y dándole 25 azotes junto a cinco días en el cepo sin comida ni agua."
La ley permitía “de seis a ocho azotes según fuese apropiado”. (Recopilacion de Leyes de los Reynos de las Indias, 1681). Zingg escribió sobre el uso del poste de azotes que todavía estaba intacto cuando este visitó Tuxpan en los 1930.
Proyecto de Historia Oral Tuapurie: el género en la memoria viva
Entre el 2013 y el 2022, mediante el proyecto Historia Oral de Tuapurie se entrevistó a mujeres y hombres de la comunidad para preguntarles cómo el género y las vidas de las mujeres han cambiado a través del tiempo. Estas conversaciones nos han ayudado a entender cómo las relaciones de género han mejorado en décadas recientes y cómo eran una o dos generaciones atrás.
Es importante notar que estas entrevistas son un registro de cómo las mujeres wixaritari experimentaron eventos históricos incluyendo incursiones violentas, la llegada de clínicas, escuelas y carreteras, y el papel que las mujeres jugaron en construir la historia wixárika. Algo de esta historia se cuenta en la película animada Ukari Wa’utsita: Historias de mujeres.
Ves, las mujeres no pueden hablar, no pueden expresar una opinión
Rosa, 2013
“Cuando teníamos el poste de azotes en Pochotita vi muchas mujeres golpeadas, sangrando, yo fui golpeada. Las jalaban del pelo como si fueran un costal…” (Sukulima, 2022)
Aunque el uso de cepos y azotes ya no están permitidos, la violencia doméstica ha sido común, a través de la memoria viva, muchos han compartido sus recuerdos de haber experimentado y ser testigos de actos extremos de violencia.
El hombre estaba a cargo, tenías que obedecer lo que los hombres decían, los hombres podían casarse con cuantas mujeres quisieran, podían abusar de nosotras; antes los hombres golpeaban a sus mujeres, hasta en público, todo el tiempo las mujeres tenían la cara morada por los golpes
Chabela, 2022
Muchas mujeres hablaron sobre cómo las relaciones entre hombres y mujeres son mucho más equitativas ahora que en el pasado.
“Bueno, nosotras somos las que estamos cambiando las cosas, porque antes se decía que las mujeres no valíamos nada»
Wenima, 2022
Ahora se dice que los hombres y las mujeres tienen el mismo valor y yo me pregunto: ‘¿cómo resistimos tanto?’ Ahora no puedes golpear a cualquier mujer porque te demandaría
Chabela, 2022
This exhibition, supported by the Santo Domingo Centre of Excellence for Latin American Research (SDCELAR) at the British Museum, showcases the findings from Gender, health and the Afterlife of Colonialism: engaging new problematisations to improve maternal and Infant Survival, a Wellcome Trust Funded research project (Project number 215001/Z/18/Z).
We have used archive searches, revision of bibliographical material and interviews as part of the Tuapurie Oral History Project to understand how gender has changed through contact between the colonial State and later independent Mexican Republic and Wixárika indigenous communities.
University College London (UCL), Institute for Global Health
CIESAS Occidente (the Centre for Research and Studies in Social Anthropology)
Conservación Humana AC (CHAC)
And members of the The Wixárika Community of Tuapurie, Mezquitic, Jalisco.
Project Director
Dr. Jennie Gamlin,
Associate Professor, Medical Anthropology and Global Health, UCL Institute for Global Health.
view profile
j.gamlin@ucl.ac.uk
Exhibition Curator
Humberto Fernández Borja,
Conservación Humana A.C.
http://www.chac.org.mx
Archive Research team director
Dr. María Teresa Fernández Aceves
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Archive Research team leader
Dr. Paulina Ultreras Villagrana
view profile
Archival Research
Ileana Cristina Gómez Ortega
Tania Fernanda Aguilar Silva
Frine Castillo Badillo
Field work director
Totupica Candelario Robles
Field work assistant
Claudia de la Torre Carrillo
Animation
Susie Vickery
http://www.susievickery.com/
Curatorial, image research and production assistants
Ana Laura Mejía Ruiz Esparza
Daniela Guraieb Elizalde
Lorena Silva Lordméndez
Daniela Altamirano Visoso
Anaïs Oropeza Jochum
Maika Vera Martínez
Contact:
Jennie Gamlin: j.gamlin@ucl.ac.uk
Institute for Global Health,
30 Guilford St., London, WC1N 1EH.
Funding:
We would like to thank The Wellcome Trust for funding this project as part of a Research Enrichment-Public Engagement award.
Digital exhibition
This exhibition was made possible thanks to the Santo Domingo Centre of Excellence for Latin American Research (SDCELAR) at the British Museum and the generosity of Alejandro & Charlotte Santo Domingo, and Mrs Julio Mario Santo Domingo with Andrés & Lauren Santo Domingo.
Digital Curator
Magdalena Araus Sieber
SDCELAR, British Museum
maraussieber@britishmuseum.org
Developers
Lilo Web Design
view website
Image credits
We would like to thank the following organisations and individuals for gifting materials and copies of materials that have been used in this exhibition:
Ivan Alechine
American Museum of Natural History Library for gifting prints from the Carl Lumholtz Collection to the CHAC Archive
Archivo General de Indias
[General Archive of the Indies]
Archivo Histórico de Jalisco
[Historical Archive of Jalisco]
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” de la Universidad de Guadalajara
[Public Library of the State of Jalisco «Juan José Arreola» at the University of Guadalajara]
Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale University.
CHAC Archive: Conservación Humana AC
Catholic Church Records, 1590-1979, Mezquitic, Jalisco, Mexico
[Registros Parroquiales, Mezquitic, Jalisco]
Fundación Cultural Armella Spitalier
Museo Zacatecano – Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde
Esta exhibición, apoyada por el Centro de Excelencia Santo Domingo para la Investigación sobre Latinoamérica (SDCELAR) en el Museo Británico, muestra los hallazgos del proyecto Género, salud y la vida después del colonialismo: nuevas problematizaciones para mejorar la supervivencia materna e infantil, una investigación financiada por el Wellcome Trust (proyecto número 215001/Z/18/Z).
Hemos utilizado búsquedas en archivos, revisión de material bibliográfico y entrevistas como parte del proyecto ‘Historia Oral de Tuapurie’ para comprender cómo ha cambiado el género a través del contacto entre el Estado colonial, el México independiente y las comunidades indígenas wixaritari.
University College London (UCL), Institute for Global Health
CIESAS Occidente (Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social)
Conservación Humana AC (CHAC)
Y miembros de la Comunidad Wixárika de Tuapurie, Mezquitic, Jalisco.
Directora del Proyecto
Dr. Jennie Gamlin,
Profesora asociada, Medical Anthropology and Global Health, UCL Institute for Global Health
ver perfil
j.gamlin@ucl.ac.uk
Curador de la Exhibición
Humberto Fernández Borja,
Conservación Humana A.C.
http://www.chac.org.mx
Directora de Investigación de Archivos
Dr. María Teresa Fernández Aceves
ver perfil
Jefa de Investigación de Archivos
Dr. Paulina Ultreras Villagrana
ver perfil
Investigación archivística
Ileana Cristina Gómez Ortega
Tania Fernanda Aguilar Silva
Frine Castillo Badillo
Director de Trabajo de Campo
Totupica Candelario Robles
Asistente de Trabajo de Campo
Claudia de la Torre Carrillo
Animación
Susie Vickery
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Asistentes curatoriales, de investigación de imagen y de producción
Ana Laura Mejía Ruiz Esparza
Daniela Guraieb Elizalde
Lorena Silva Lordméndez
Daniela Altamirano Visoso
Anaïs Oropeza Jochum
Maika Vera Martínez
Contacto:
Jennie Gamlin: j.gamlin@ucl.ac.uk
Institute for Global Health,
30 Guilford St., London, WC1N 1EH.
Financiamiento:
Agradecemos al Wellcome Trust por financiar este proyecto como parte de un premio de Enriquecimiento de la Investigación y Participación Pública.
Exhibición digital
Esta exhibición ha sido posible gracias al Centro de Excelencia Santo Domingo para la Investigación sobre Latinoamérica (SDCELAR) en el Museo Británico y la generosidad de Alejandro y Charlotte Santo Domingo, y de don Julio Mario Santo Domingo junto a Andrés y Lauren Santo Domingo.
Curadora Digital
Magdalena Araus Sieber
SDCELAR, Museo Británico
maraussieber@britishmuseum.org
Desarrolladores
Lilo Web Design
website
Agradecimientos
Agradecemos a las siguientes organizaciones e individuos por facilitar materiales y copias de obra que hemos utilizado en esta exposición.
Iván Alechine
Amerindian Foundation
American Museum of Natural History Library por fotografías facilitadas de la Colección Carl S. Lumholtz al Archivo CHAC
Archivo General de Indias, Ministerio de Cultura y Deporte, España
Archivo Histórico de Jalisco
Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” de la Universidad de Guadalajara
Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale University
Archivo CHAC – Conservación Humana AC
Archivo Histórico de la Diócesis de Zacatecas
Registros Parroquiales, Mezquitic, Jalisco
Fundación Cultural Armella Spitalier
Museo Zacatecano – Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde
Publicaciones relacionadas a mujeres y salud materna con comunidades wixárika, por la autora de esta exhibición
Gamlin, Jennie B. (2013)
Shame as a barrier to health seeking among indigenous Huichol migrant labourers: An interpretive approach of the “violence continuum” and “authoritative knowledge”
Social Science and Medicine 97 75-81
Gamlin, Jennie B. (2023)
Wixárika Practices of Medical Syncretism: An Ontological Proposal for Health in the Anthropocene
Medical Anthropology Theory 10 (2) 1-26
Gamlin, Jennie B. (2020)
“You see, we women, we can’t talk, we can’t have an opinion…”. The coloniality of gender and childbirth practices in Indigenous Wixárika families
Social Science and Medicine 252, 112912
Jennie Gamlin and David Osrin (2020)
Preventable infant deaths, lone births and lack of registration in Mexican indigenous communities: health care services and the afterlife of colonialism
Ethnicity and Health 25 (7)
Jennie Gamlin and Seth Holmes (2018)
Preventable perinatal deaths in indigenous Wixárika communities: an ethnographic study of pregnancy, childbirth and structural violence BMC
Pregnancy and Childbirth 18 (Article number 243) 2018
Gamlin, Jennie B. and Sarah J Hawkes (2015)
Pregnancy and birth in an Indigenous Huichol community: from structural violence to structural policy responses
Culture, health and sexuality 17 (1)